Gárgolas insomnes

Julio 26 de 2004

La sangre que mana de mis venas abiertas es un generoso manantial de vida para los muertos que beben de ella. La soledad que respiro por las heridas alimenta el odio y redime, como al niño silvestre, mi pecado de existir. En espera del último suspiro, al caer la noche y la lluvia sobre la ciudad desesperada, el cuervo ha posado su oscuro encanto en una gárgola insomne. Quizás entraña el deseo de sacarle los ojos al cielo para que deje de llorar, sin entender todavía que el cielo no llora; llueve de tristeza. Pero no siempre lloverá, y un día regresaré del remanso de los muertos al mundo de los vivos, mirándolos a través de los ojos del cuervo.

-Eso no es original -comenta Emma Thomas, que lee boca abajo un libro de cuentos de Poe.

Si algo no tiene sentido en la vida y, mucho menos, a estas alturas de la vida, es buscarle sentido a la vida. "¿Tú qué esperas de la vida, Kruchenko?", me preguntó Epigmenio León, muy en su plan. "Que se acabe", le respondí, refiriéndome a la mía nada más. También Carlos Oliva se puso existencial una semana antes. "¿Qué es la vida?", me preguntó en plena fiesta. "La vida... es un infierno agazapado", le contesté con su propia frase. Quizás debí responderle con la máxima de Novalis: "La vida es una enfermedad del espíritu".

¿Qué será la vida realmente, o sea, la vida en realidad, o sea, la vida real, o sea, la vida? ¿Obras y sobras? ¿Principio y fin? Lo cierto es que no hay nada más necrófilo que la palabra "vida" y hay que decirla el mayor número de veces posible para morir. La vida es un infierno agazapado y en la noche del diablo el infierno envía un ángel, un ángel que llega del remanso de los muertos al mundo de los vivos guiado por un cuervo.

-Eso ya lo habías dicho y no es original -comenta Emma Thomas, leyendo el Tratado sobre vampiros, de Calmet. Si como cambia de libro se cambiara los calzones, las sábanas tendrían otro olor. Y habrá que recordarle que ella tampoco es original, pues su nombre lo inventó Jaime Avilez en la época del tonto del pueblo.

La sangre que mana de mis venas abiertas es un generoso manantial de vino para el súcubo que hace vibrar de madrugada las cuerdas de un melancólico chelo. Mis horas negras se extienden como las alas del cuervo en este laberinto construido con las piedras de Sísifo. Mañana saldré a caminar para que se vayan los murciélagos del alma.

-Eso está mejor -comenta Emma Thomas, leyendo ahora... un libro de cocina.

[] Iván Rincón 01:01 PM

Julio 21 de 2004

Oaxaca de Juárez. Julio de 2001.

Al caer la noche, regreso al plantón de mujeres y niños loxichas; estos ya no piden "¡cooperación, cooperación!", porque no hay luz suficiente para que los transeúntes lean sus panfletos, pero aun así revolotean como polillas alrededor de mí hasta que me acerco a la única mujer que sigue activa y la saludo; ella calienta café y tortillas, además de cocer un pequeño montón de insectos que parecen avispas; intrigado, levanto uno y pregunto qué es.

-Chicatana -responde la mujer.
-¿Y dónde la consiguen?
-La atrapan estos niños en el parque.

Ninguna novedad

Hace dos años fueron apadrinados 50 niños loxichas en dos bautizos colectivos (primero 37 y después 13) por activistas, periodistas y artistas como el pintor Francisco Toledo, que apadrinó a dos de ellos. De los 20 que, según algunos cálculos, participan en el plantón, la mitad estudia y los demás tienen alrededor de tres años de edad.

"Los niños de Loxicha ¡queremos la Paz!", dice una manta que al mismo tiempo es un colorido mural, con casas, caminos, árboles, animales y un marco negro en el que los autores dejaron estampadas las huellas de sus manos a manera de firma.

-¡Tú estabas ayer en la casa de Angélica! -me dice uno de los niños, refiriéndose a la oficina de la Liga Mexicana para la Defensa de los Derechos Humanos, cuya vicepresidenta nacional es también representante de esta organización no gubernamental en el estado. Angélica Ayala había solicitado el apoyo de un traductor, pues acababa de ser presentado como detenido un indígena monolingüe en zapoteco y era necesario preguntarle por teléfono sobre su estado físico y lo ocurrido entre su detención y su presentación, durante los dos días que lo tuvieron secuestrado. El niño que me reconocía acompañó al joven
que la hizo de traductor.

-¿Qué dice el señor? -quizo saber la persona más vapuleada entre los defensores de los derechos humanos en Oaxaca.

-Dice que le hacían muchas preguntas en español y, como no las entendía, le pegaban; que después le pegaban otra vez para obligarlo a firmar hojas en blanco; que está enfermo de los huesos y del estómago; que dejó de comer y hacer del baño; que le duele mucho la cabeza; que no puede sentarse porque también le duele, y tampoco puede dormir.

O sea, nada nuevo, pensó este reportero que, después de tres años de ausencia, había regresado a Oaxaca en busca de noticias.

La hija del detenido y, durante dos días, desaparecido, se incorporó al plantón de mujeres y niños loxichas que el pasado 10 de junio cumplió cuatro años en pie. Se trata de un "campamento de denuncia" que, principalmente, demanda la libertad de los presos políticos.

La noche benebá

Cansado al finalizar una jornada más de actividad intensa, decido beber una cerveza en el Bar Jardín. La iluminación y el bullicio en los corredores turísticos que rodean la plaza contrasta con la callada penumbra del "campamento" loxicha en el pasillo exterior del palacio de gobierno. Calculo que los clientes gastan en promedio unos 50 pesos aquí, mientras las mujeres y los niños en plantón cenan chicatana. Mi cerveza cuesta lo que un preso loxicha "gana" en un día de trabajo monótono y embrutecedor.

Entre cavilaciones por el estilo, me pongo los audífonos para escuchar algunas de mis entrevistas a quienes estuvieron más de tres años presos y quedaron libres "por falta de pruebas".

Campamento, le llaman al plantón. Es curioso un campamento en medio de la ciudad; mujeres y niños del campo que se plantan, como los árboles, en un pasillo de asfalto.

La cerveza me cae cada vez más pesada y le pregunto a la mesera qué mezcal es reposado.

-Benebá -me dice con un ademán tan encantador que, seducido, le pido que me traiga uno. Qué guapa es, pienso.

Si no tuvieran que comprar jabón y papel de baño, entre otras vanidades, a los presos loxichas les alcanzaría para tomarse una cerveza y un mezcal con lo que ganan en dos días de trabajo carcelario.

Me pongo los audífonos otra vez para no discurrir más en esta clase de vergüenza, cuando un letrero llama de pronto mi atención; lo tienen todos los establecimientos que rodean el parque central y, con una sintaxis ininteligible, confunde los derechos con las obligaciones y los deberes, para terminar diciendo "no a los plantones".

Molesto, me tomo el mezcal y, por primera vez en todo el día, experimento una sensación de placer; como por arte de magia, la mesera se aparece y le pido otro mezcal semevá.

-Benebá -me corrige con una sonrisa complaciente.

Quizá Salma Hayek fue mesera en una reencarnación anterior, pienso al ver de cerca el busto de la mesera, que toma el vaso y se lo lleva sin decir adiós.

Si los presos de Pochutla no tuvieran el capricho de comer, aunque sea una vez al día, por lo menos frijoles con tortillas y café, y si no se dieran el lujo de usar jabón, papel de baño y pasta dental, podrían ahorrar lo que ganan en tres días de trabajo denigrante para venir a tomarse un par de mezcales acompañados de una cerveza y servidos por una mujer hermosa, joven, gentil y morena... pero ni modo, ellos se lo pierden.

(Conste que no me refiero a las toallas de Ciudad Sahagún, ni mucho menos, sino a los mezcalitos que un pobre reportero se toma escuchando sus entrevistas al término de la jornada).

Ahora entiendo por qué aceptaron acogerse a la ley de amnistía los que no abandonaron la cárcel "por falta de pruebas"; lo que no pudieron arrancarles con tortura salió fácilmente después de cuatro años de comer una vez al día y dormir en el suelo (otra forma de tortura): "sí, pues, lo que tú digas, soy terrorista, soy asesino de soldados y policías, robo de todo, vaya, que hasta robo de uso, pero ya, por favor, déjame salir de aquí; necesito estar con mi esposa y mis hijos, volver a sentirme entre familia, trabajar en el campo como antes, ser libre".

Las cavilaciones me llevan a ver que mi vaso está vacío y como la mesera, casualmente, pasa en ese instante por mi mesa, le pido otro mezcal semevé.

-Benebá -me corrige conteniendo la risa, y se aleja con un movimiento de caderas casi pendular, cada vez más lento, pronunciado y redondo, lo que me hace prever que si tomo un cuarto mezcal teminaré haciéndole una proposición indecorosa; es mejor saber cuándo detenerse.

Por fin, esa noche dormí bien.

[] Iván Rincón 01:22 PM

Julio 20 de 2004

La Guelaguetza en Coyoacán, y yo degustando su variedad de mezcales. Será lo último que haga, me dije, y después de mucho pensarlo, compré una botella del más barato. Algo me hizo pensar también en Y'ahali, mi amiga en Oaxaca. Una vez en donde muero todos los días, abrí el correo y, vaya coincidencia, había un mensaje suyo. Antes parecía tener comunicación mental con una falsa amiga cerca de casa. Ahora parece que la telepatía me comunicara con una amiga de verdad hasta Oaxaca. Después lo intentaré con alguien más en Alemania. Por lo pronto, debo volver a la correspondencia escrita y, como "para todo mal, mezcal, y para todo bien, también", me lo voy a tomar a la salud de Y'ahali. Espero que el páncreas resista la agresión.

[] Iván Rincón 05:07 PM

Julio 18 de 2004

De la fiesta y la cena de anoche saco por conclusión que la amistad entre escritores es puro cuento. Confirmé que las mujeres bellas son todavía más bellas cuando bailan bien. El que no baila en estos casos envejece ante los ojos de los demás. Pero logré controlar las náuseas sin dejar de tomar; aunque algunos confundieron el chiste de la guácara con una anécdota. Antes eran muy buenos mis chistes; ahora parecen relatos, y lloro de la risa contándolos, pues están para llorar. Con todo, prefiero los relatos vomitivos y las náuseas que me provocan las flemas a las porquerías que dicen unos de otros para reírse todos a sus espaldas. Eso es nauseabundo.

[] Iván Rincón 06:21 PM

Julio 11 de 2004

En días como estos, grises como la melancolía, evoco San Cristóbal de Las Casas y especialmente La Cola del Diablo, en El Cerrillo, barrio donde viví cuatro meses. Hoy pienso en los amigos de entonces y nuestras charlas con olor a incienso y ocote, acompañadas de música, vino tinto y queso untado, al calor del fuego del hogar. Me dicen que algunas cosas han cambiado, que la antigua Ciudad Real se llenó de cibercafés, que los coletos más jóvenes son menos racistas y xenófobos que los de generaciones anteriores y que ahora es más sano o menos enfermo el ambiente que hace unos años era de rumores y desconfianzas paranoicas. Sería un milagro, pues la paranoia es contagiosa y en San Cristóbal había epidemia. Pero supongo que siempre existirán los cobardes y débiles mentales que ven al fantasma de la CIA por todos lados y se espantan con su propia sombra.

En días como estos, fríos como la soledad, recuerdo las reuniones alrededor de una fogata en noches de cálida bohemia bajo el cielo despejado quizás por nuestro canto y el acompañamiento de una guitarra. El vaho de la mota compartida se dispersaba en el aire libre con el humo de los leños encendidos. Y era la hora de las gringas, codiciadas sobre todo por jipitecos y artesánganos. Mi mejor amiga en San Cristóbal era una chicana guapísima que, mirada y admirada sólo superficialmente por los demás, regresó a su país decepcionada. Mi amiga chilena, con la que platicaba durante horas caminando por Coyoacán o sentado con ella en una banca, tiene un hijo sancristobalense con su concubino italiano.

En fin. Algunas ausencias son tan grandes que dejan de serlo en días como estos.

[] Iván Rincón 11:00 PM

Julio 06 de 2004

Basta de pérdidas, dijo mi otro yo. He perdido a mis musas, el tiempo, mi sombra, mi reflejo; estoy perdiendo peso y hasta el cabello me abandona. Si no puedo escribir nada, y tampoco es posible la renuncia, debo emprender una búsqueda más para recuperar algo.

Entré a la Casa de la Risa o el Salón de los Espejos, y al salir comprendí que la imagen que días antes había sacado del espejo de mi casa... no era la mía. El tiempo perdido podría estar en la cárcel o dentro de una botella vacía, esperando que alguien la arroje al mar. Mi sombra, por su parte, bailaba en las llamas de tu sueño durante la noche del infierno la última vez que la vi, así que ha de estar incinerada, pero quisiera recuperarla para hacer con sus cenizas un reloj de arena que cuente, por lo menos, el tiempo muerto. Y de mis musas ni hablar; las considero perdidas... desde que las conozco.

[] Iván Rincón 09:19 PM

Mario Cipollini Mark Sink

Julio 04 de 2004

Desde que mi sombra se quedó bailando entre las llamas de tu sueño al caer la noche del infierno, tengo pendiente regresar por ella; es urgente recuperarla para que alguien siga todos mis pasos, me persiga, me vigile; necesito el miedo, el pánico, la paranoia, para darle emoción a la vida, y no tengo nada de eso... si acaso tengo vida. Además, al verme hoy en el espejo, no toleré su reconocimiento y, en un arranque de ira, saqué mi reflejo de allí; lo rompí en pedazos y lo tiré a la basura. Así que ahora ando sin sombra ni reflejo. Aunque mi alma sigue completa, creo.

Otro pendiente que tengo es un muñequito de Judas colgado al socaire del viento.

[] Iván Rincón 08:21 PM

Julio 02 de 2004

Una mosca enloquecida vuela sobre la mesa, mientras el teléfono suena y llaman a la puerta. Llaman y llaman, pero la puerta, con su actitud de tabla, no contesta. El niño del departamento contiguo llora, berrea, gime y su madre lo reprime. "¡Deja eso!", le grita. "¡No hagas eso!". ¡No!, ¡no!, ¡no!. Es la palabra que escucho más veces al día, gracias a ella. "Negativo", dice la policía. En otro departamento se vive y expresa airadamente la pasión futbolera, mientras en la calle suena un claxon con singular insistencia y alguien de garganta entrenada anuncia el agua, uno más el gas, otro "fierro viejo que vendan". Los camiones pasan cerca y el edificio se tambalea. Todo al unísono, casi orquestado, como si lo hubieran ensayado y una mosca dirigiera la orquesta.

Entonces pienso que la soledad que busco es imposible. Si pudiera, me iría de aquí... a Ciudad Juárez.

[] Iván Rincón 11:59 PM

Y hubo tanto ruido que al final llegó el final, tanto ruido y al final por fin el fin, y con tanto ruido no escucharon el final, tanto ruido y al final la soledad, ruido escandaloso, silencioso ruido, y al final números rojos en la cuenta del olvido (Joaquín Sabina dixit).

[] Iván Rincón 11:59 PM

Julio 01 de 2004

Como en la primera película dirigida por Clint Eastwood, Escalofrío en la noche, la idealización de un hombre por una mujer, en este caso, obsesiva, posesiva y neurótica, puede terminar en una relación destructiva y transformarse, lenta o rápidamente -cada experiencia tiene su ritmo- en una pesadilla real. Supongo que también sucede a la inversa, en términos genéricos (para que no se enojen conmigo l@s feministas). Yo tiendo a idealizar a las locutoras, pero no me obsesiono con ellas; me dejo seducir por su voz, su forma de hablar, comunicarse con uno; es algo sugestivo, cachondo, sensual. Y cuando nos conocemos en persona viene la decepción... supongo que mutua.

La cinta de Eastwood me gusta; lo que me disgusta es su voz.

[] Iván Rincón 04:31 PM